miércoles, 11 de mayo de 2016

Eterna viajera


Hace un mes que me mudé a Bolivia y medio año  en América Latina.
Empiezo a sentir como la grietita de la distancia se abre cada vez un poco más y hay días que escuece, que me recuerda lo lejos que estoy y me llama la tierra.
Me encuentro en Santa Cruz de la Sierra, haciendo frontera con Brasil. Atrás quedó Cusco y allí quedó también algún pedacito de mí. Aunque no me doy tiempo a echar raíces voy construyendo nostalgias en cada tierra que vivo, despidiendo amigos y sabiendo que probablemente no vuelva a recorrer los callejones, bares y mercados de aquella ciudad.
Volver a empezar en otro país, tratando de tejer frágiles redes para sobrevivir. Intentando volver hogar las extrañas paredes y los colchones con pulgas. Pretendiendo volver míos los rincones ajenos. Incorporando nuevas palabras para hacerme entender. Seguir sorprendiéndose y aprendiendo en cada paso de este camino que no sé a dónde me lleva.
Identidad que se complica, fragmenta y desborda, pues ya no sé si tengo el alma de viajera o soy una especie de migrante intermitente.  Si viajé por elección, si fue una huida o en cierto modo acabaron echándome. Tal vez cualquiera de las tres opciones encierre algo de verdad.
Hay días que reniego de esta vida seminómada que emprendí hace ya ocho años (Suecia, Portugal, Guinea-Bissau, Senegal, Perú, Bolivia…) días que quiero regresar para empezar a construir nido en alguna rama. Después, ese mismo pensamiento me aterra, me asusta la estabilidad y volver a escuchar de nuevo el ruido de las cadenas, regresando a la alienación, precariedad y frustración.
Inconforme siempre, pero consciente de que  tengo la suerte de poder buscarme la vida en otras tierras, sin tener que saltar vallas manchadas de sangre, huyendo del hambre o las balas, poniendo en riesgo mi vida.  Migrante o viajera que no ha tenido que vivir el calvario del racismo y la humillación. Migrante o viajera que siempre tiene la opción de volver, pero que no tiene billete de vuelta.
Viajera que se halla  cuando está más extraviada, sabiendo  que me encuentro con mi más profundo yo, cuando estoy lejos. El perpetuo debate entre ecos y proyecciones,  el síndrome del viajero  eterno me parece que lo llaman…
La necesidad de querer estar constantemente en otro lugar y viajar continuamente con la mente allí,  la ansiedad de sentir que te estás perdiendo cosas. 

La alegría de no arrepentirme de mi hoja de ruta y seguir coleccionando historias.

Cusco-Perú.


martes, 14 de abril de 2015

Gracias Galeano, por tan imborrable huella.


Hoy, todos los nadies nos sentimos un poco más perdidos porque se apagó un fueguito; uno de esos que arden con tanta fuerza que alumbran los rincones más oscuros. Una llama que prendía con tanta dignidad que a su paso era capaz de encender otras muchas mechas.

Galenao, te fuiste, pero siempre permanecerás, la llama de tu fuego ardera eterna. Tú eras de esos fuegos locos de los que hablabas, de los que prenden con tantas ganas que si te acercas a ellos, te enciendes.

Gracias por dejarnos tus sabias palabras que son refugio desde el cuál poder mirar la vida con más ganas, más valor y más alegría.

Gracias por escribir cosas tan bellas y tan justas. Por ponerle corazón, que falta nos hace en este mundo patas arriba. Por estar siempre en la trinchera con tu compromiso y tu literatura. Gracias por ser un militante de la vida.

Contigo he aprendido que en los extravíos nos esperan nuevos hallazgos y que es preciso perderse para volver a encontrarse.

Tú le has dado voz a los sin voz. Has retratado esas venas abiertas de tu América Latina, que aún hoy continúan sangrando. Tranquilo, algún día se cerrarán, porque tú también me enseñaste que creer en la utopía es lo que nos hace avanzar.

Tú, caminando a nuestro lado compañero, desbordando feminismo por tu pluma y tu boca. Siempre en la brecha, vocero de los subalternos, decolonizando la historia y las mentes.

Y aunque hoy, los nadies nos acostemos llenos de infinita tristeza y mañana levantemos un poquito más huérfanos, vacíos de tus nuevas palabras, seguiremos soñando porque de eso si que no nos despojan. Tú nos has enseñado que la realidad no se padece así sin mas, si no que se cambia.

Gracias por dejarnos tan imborrable huella. Que la tierra te sea leve.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Cawale, después de tres años...


 “Donde fuiste feliz alguna vez, no debieras volver jamás.  El tiempo habrá hecho sus destrozos y habrá levantado un muro fronterizo contra el que la ilusión chocará estupefacta”.  Pocas veces he sido capaz de hacer caso a esta desbordada prudencia; si alguna vez no volví donde fui feliz, fue por tiempo o  por dinero, los dos grandes irreconciliables.
Cuando te marchas de algún lugar siempre lo haces pensando en que volverás, al menos te reconforta planteártelo de esta manera. Con inseguridad pronuncias un “hasta pronto” que consuela, aunque derramas lágrimas, pues si bien te resistes a reconocértelo así, es probable que esa  despedida sea la definitiva.
Pasan los días, los meses e incluso los años y la nostalgia sigue ahí, el recuerdo se va dulcificando, olvidas las veces que viviendo lejos deseaste volver, olvidas los esfuerzos del principio, olvidas el trabajo costoso de adaptarte a un lugar extraño, lleno de gente extraña, y en tu mente solo va sobreviviendo lo bueno. Esos supervivientes se van haciendo cada vez más fuertes en tu cabeza, incluso comienzas a echar de menos aquellas cosas que aborrecías en su momento. Aprendes a convivir entonces con las “saudades” y siempre imaginas una vuelta….
He fantaseado mil veces con el regreso a Guinea-Bissau, a aquella “terra sabi” donde una vez fui tan feliz y ahora os lo puedo contar:
Abril del 2014, la época seca está azotando con toda su fuerza el suroeste de Senegal, hace mucho calor, aunque dicen que este año está siendo más suave que los anteriores, a mí me parece el puro infierno.  Llevo  seis meses viviendo en Dindefelo, trabajando para el Instituto Jane Goodall en un proyecto de conservación del chimpancé en África Occidental. Han sido seis meses increíbles, he terminado el trabajo que debía realizar y me preparo para viajar a Guinea-Bissau. Otra despedida, otro “hasta luego”, aquí dejo muchas cosas… Pero esta vez, el momento de separación está impregnado también de ilusión, después de tres años vuelvo a Guinea, soy un manojo de nervios. Me despido de parte del equipo, trato de aguantar las lágrimas, me despido de Aisha “mi hermana” rompo a llorar. Monto en el coche, con el macuto gigante, apretadísima, no sé dónde poner mis piernas. Me espera un largo viaje. ¡Hasta siempre Dindefelo!
Si cogéis un mapa, podréis ver que la distancia que separa Dindefelo de Bissora no es tanta. Senegal y Guinea-Bissau son países vecinos…. Pero ¡Aaaah! Viajar por África, nunca, nunca se sabe cuándo llegarás a tu destino. Así que después de casi una semana ¡Por fin! Llegué a casa…
Amanecía en Bula (a tan solo una hora y media de Bissora) por primera vez sentía el frio después de mucho tiempo, ya estaba acompañada por un antiguo amigo. Uri había ido a recogerme la tarde anterior, su familia iba a darme casa y comida en Bissora. Me dice que son los únicos que saben de mi llegada, va a ser una sorpresa, como habíamos acordado por teléfono días antes de cruzar la frontera.
Todo es raro continuo hablando a Uri en francés (idioma que el domina, pues su padre es de origen senegalés), él se ríe, me mira sorprendido y me dice: “¡Paula, te has vuelto senegalesa, vamos a hablar criollo, estas en Guinea!”. Aún no soy consciente… Estoy muy nerviosa, doy saltos, abrazo a Uri, me rio, vuelvo a abrazar a Uri... Quiero llegar ya a Bissora y verlos a todos: Mama Arminda, L.W, Leopold, Kunadi, la gente de ADPP, Bari… y como no… ¡CAWALE!
Podría contaros mil cosas, de hecho ahora que lo escribo y recuerdo me vuelven los nervios, pero me iría por las ramas como siempre. Asique voy a lo concreto a partid de ya.  Quiero contaros como fue la visita a Cawale, a su gente, a su escuela, a nuestra escuela, a vuestra escuela.
He quedado con Idrissa mi vecino, también vienen Neus y Ruben (amigos del Instituto Jane Goodall, que llegaron ayer a Guinea), enfilamos el camino que nos lleva a Cawale, la gente que encontramos por el camino, me reconoce, me miran y me gritan: “¡Has vuelto!, ¡Vuelves a Cawale!”.
Caminamos, charlamos, huele a cajú, los frutos están maduros, en unos días comenzará la campaña. Yo voy absorta en mis pensamientos, miro al suelo, no puedo disimular que muero de miedo. ¿Qué me voy a encontrar? ¿Cómo estará la escuela? ¿Cómo estará la gente?.... Mil dudas, mil preguntas me asaltan durante los 6 km, que separan Bissora de Cawale. De repente tomamos un camino, desconocido para mí, Idrissa me avisa que se trata de un atajo. Es curioso…. Estuvimos casi ocho meses andando y desandando la distancia de Bissora a Cawale y tres años después descubro un nuevo camino.
Antes de lo que esperaba, comencé a ver los primeros techos del pueblo. Creo que voy a explotar, tengo demasiadas emociones y ni siquiera soy capaz de identificarlas, el miedo se mezcla con la alegría.
Saludo a la primera mujer que veo barriendo la casa, temo que no me reconozcan.  Ella enseguida sonríe, me estrecha afablemente la mano, después se la lleva al corazón, me mira señala la escuela, habla en mandinga, no la entiendo, sonrío agacho la cabeza en señal de respeto, me llevo la mano al corazón
Voy acercándome a la explanada de la escuela… Los latidos se aceleran bruscamente.  Y allí esta, menos blanca y azul que cuando nos despedimos, el tiempo claro que ha hecho de las suyas. Se ve más sucia, más vieja… ¡Pero eso que importa!
No me puedo creer que este de nuevo allí, viendo esa escuela donde pusimos todos tanta ilusión, tanto trabajo. Brahima el profesor se me acerca,  ya nos habíamos visto en Bissora y habíamos acordado vernos de nuevo en Cawale, pero vuelve a emocionarse y me abraza fuerte, se ríe nervioso. Miro alrededor, veo como la gente se va acercando, recuerdo todas las caras, absolutamente todas. Con los niños me cuesta más, en tres años cambian tanto y hay tantos nuevos… Saludos, risas, abrazos. Están todos los hombres allí, sentados en el altillo de la escuela. No veo a las mujeres, están en la huerta. Me preguntan por Alejandro, Lucia, Ivana, me mandan saludos para todos. Escucho un ¡Tam tam! Vuelvo a emocinarme más si cabe, es Malang el tamborilero. Está igual, con su mismo traje de festivo blanco impoluto, su sonrisa, sus ojos brillantes y su gorrito de lana lleno de agujeros. Parece que no haya pasado el tiempo. Necesito bailar, necesito sacar por algún lado todas las sensaciones que me invaden. Comienza a levantarse polvo del suelo mientras los niños saltan al ritmo del tamtam, me uno a ellos.
Después de la diversión toca reunirse y hablar, hablar de cómo están las cosas, de dificultades, de logros, de necesidades… Entramos a una de las aulas, nos sentamos, el comité de gestión, el profesor y yo. No sé qué hacer… Brahima, me echa un cable y empieza él. Necesito un resumen de lo que han sido estos tres años,  pues a pesar de que hemos mantenido una conexión telefónica esta ha sido muy precaria, ahora es el momento de evaluar cómo están las cosas. Tal como ellos lo sienten y  como yo lo viví os quiero pasar la información; pues vosotros y vosotras en su momento, no pasasteis indiferentes a las necesidades y sueños educativos de un pueblo y quisisteis colaborar y hoy, después de tres años he de deciros:
Malang, haciendo sonar su tamtam
La escuela sigue funcionando bien, dan dos clases por la mañana, dos por la tarde y una por las noches. ¡Sí por las noches! Nosotros dejamos la instalación para una futura placa solar y esa placa ha llegado. Ahora tienen una de las dos salas con iluminación para dar clases de alfabetización a las personas más adultas de Cawale.
Si la escuela continua funcionando es gracias a la comunidad, a su esfuerzo diario, a su dignidad. Pues la situación política de Guinea, no hace posible un estado fuerte que pague a los profesores. Durante el primer año hubo un profesor público, pagado por el gobierno, pero tras varios golpes de Estado, los funcionarios han dejado de recibir su sueldo y por lo tanto han dejado de ejercer. Brahima, continua al pie del cañón. Sé que está agotado, pues la comunidad muchas veces tampoco tiene dinero para pagarle a él, pero también sé que no va abandonar, es su vida.
Alumnos en clase
La única mala noticia y en la que me hicieron mucho hincapié e insistencia fue el pozo… El pozo que también construimos, al cabo de tres meses se derrumbó pues no tenía suficiente cemento. Ahora esta inutilizable, por lo tanto no han podido hacer la huerta escolar y se tienen que servir de otros pozos más alejados.
Han construido una letrina para los alumnos en la parte de detrás de la escuela, y también han puesto placas de aluminio en las ventanas para evitar que entre agua y se deteriore la construcción con mayor rapidez. Todas las noches se turnan para que alguien del pueblo duerma en la escuela y así evitar un posible robo de la placa solar.
Creo que tengo poco que añadir, después de tres años, Cawale continua en la lucha. Todo un ejemplo de dignidad. Una comunidad que se esfuerza  día a día para que sus hijos puedan acceder a una educación, un pueblo que ha levantado con sus propias manos y sudor una escuela para que sus hijos puedan aprender a leer y a escribir. Mientras tanto, gobiernos, individuos, Ong´s, organismos internacionales, países occidentales… Sigan llamándoles subdesarrollados… Sigan utilizando esos términos despectivos, sigan creyéndose superiores…. Pero he de deciros que nos dan lecciones de vida. Que ante la adversidad de un mal gobierno, se autoorganizan, que ante la precariedad de la pobreza se ayudan y cooperan, que ante la vida luchan. Mientras tanto aquí, sigamos votando a políticos que nos exprimen la alegría y nos recortan la vida. Pero se me olvidaba… Nosotros somos los desarrollados, los civilizados…
Con la gente de Cawale
 


 

lunes, 23 de junio de 2014

viernes, 17 de enero de 2014

Soy una tubab, no lo puedo evitar.

paulatounkara
Reserva natural de Dindefelo. (Senegal) 

3 meses ya!!  Que han pasado extrañamente lentos y rápidos a la vez.  Estoy en el ecuador de mi estancia en Senegal. Ya he vivido la mitad de la experiencia y hoy, si pudiera en un abrir y cerrar  de ojos me transportaría por unos días a España, con un solo día me valdría para recargar pilas y continuar.



Voy empezando a necesitar una ducha. Hablo de una ducha de esas en las que abres un grifo y sientes como  el agua te cae a presión por todo el cuerpo a la temperatura que tú decidas y en la que tienes las manos libres y te puedes ahorrar  hacer equilibrios para que los pies no se te llenen de barro.  Mi espalda y cuello agradecerían muchísimo una cama. Una cama con su somier y su colchón de muelles y una almohada, en lugar de una espuma carcomida, sucia y fina como el papel de fumar sobre  unos bambús sujetos con piedras y un burruño de ropa para la cabeza.  Mis talones piden a gritos piedra pómez y estar remojados durante horas en agua tibia, las plantas de mis pies tienen ya un color negro incrustado y mucho callo.  Me gustaría tirarme en un sofá mullidito o en su defecto poder sentarme en algún lugar con respaldo, en vez de andar todo el día de cuclillas.  Poder leer o escribir por las noches sin tener que forzar la vista a la luz de una vela prendida, que parece muy bucólico y romático pero os aseguro que es una mierda bastante incómoda. Por un día me gustaría entender todo lo que oigo y que me entendieran todo  lo que hablo.  Deseo con todas mis fuerzas abrir una nevera, admirar su interior emocionada y tras unos segundos de embobamiento por la variedad, atracarla, comérmelo todo de una sentada, aunque no sé si mi estómago aguantaría tanta innovación y cantidad. Echar la ropa a la lavadora y no preocuparme de sacar agua del pozo y frotar sin ningún resultado, pues aquí la ropa siempre está sucia.  Hacerme un chequeo médico de pies a cabeza y asegurar que todo está en orden y que no tengo habitantes pequeños con nombres raros viviendo  a costa de mí. Pasar desapercibida, ser una desconocida y no conocer a nadie, no sentirme observada, dejar de ser blanca, volverme transparente. Necesito unas cañas con sus respectivas tapas, aunque  estas fuesen un cutre revuelto de frutos secos, del cual, por supuesto no me comería los panchitos.  Desterrar el cacahuete de mi dieta, aunque fuese solo una tregua de 24horas. Necesito también unos litros con los amigos, en un parque cualquiera, tirada en un césped. Dejar de espantar a las pesadas moscas. Barrer sin tener que doblar mi espalda. Volver a sentir el frio, incluso ese que hace que te duelan los huesos.  Ver un día llover y mojarme.  Dejar de estar empapada en una capa de sudor continuo. Olvidarme del  arroz, quizás no en forma de paella. Dormir hasta no poder más, sin gallos ni mezquitas como despertador obligatorio. Ver un plato y querer comérmelo con los ojos.  Un buen fiestón con su correspondiente mañaneo. Agua y luz con un simple movimiento de muñeca. Un conciertazo de esos en los que te quedas afónica. Rodearme de la familia y los amigos. Dejar de desayunar pan duro  y leche en polvo. Ponerme un pantalón  corto si me da la gana. Un baño, con su wc y su cisterna y su rollo de papel higiénico. Poder moverme por la noche sin depender de una linterna. Dejar de ser vegetariana. Conseguir unos minutos de puro silencio y volver a mí concepto de intimidad.
Aunque esto fuese solo por un día. Un día de lujos, vuelta a la comodidad por 24horas, para luego volver a vivir en la pura naturaleza, en la tierra que todo te lo da y todo te lo quita.
Soy una tubab, no lo puedo evitar y por muy feliz y adaptada que aquí me encuentre tengo mis días de morriña. Pero esto sigue! 3 meses más de pura vida por delante y a exprimirlos!

Sé que irrediablemente a la vuelta  lo que echaré de menos será mi parte africana. BESOOS.