Camiseta pintada a mano: EZLN 15 euros (vendida)
-Pau-
"Buenas noches. Mi nombre es Marcos, Subcomandante Insurgente
Marcos.
Para quienes conocen al zapatismo tal vez no sea
necesario explicar qué hago aquí, en un acto de mujeres y para mujeres.
Claro que no son mujeres así nomás, sino mujeres
que han decidido alzar la voz para protestar por las agresiones que, por parte
de la policía, sufrieron y sufren otras mujeres a partir de los días 3 y 4 de
mayo de 2006, en San Salvador Atenco, en el Estado de México, en la República
Mexicana.
Son, en uno y otro lado, mujeres sin miedo.
Mi nombre es Subcomandante Insurgente Marcos y
soy, entre otras cosas, el vocero del EZLN, una organización mayoritariamente
indígena que lucha por la democracia, la libertad y la justicia para nuestro
país que se llama México.
Como vocero del EZLN, por mi voz toman voz los
otros y otras que nos forman, que nos dan rostro, palabra, corazón.
Una voz colectiva pues.
En esa voz colectiva está la voz de las mujeres
zapatistas.
Y con nuestras voces y oídos, están también
nuestras miradas, nuestras luces y sombras zapatistas.
Me llamo Marcos y entre los múltiples defectos
individuales que cargo, a veces con cinismo y desparpajo, está el de ser
hombre, macho, varón.
Como tal, debo cargar, y no pocas veces
enarbolar, una serie de prototipos, lugares comunes, evidencias.
No sólo en lo que a mí y a mi sexo o género
respecta, también y sobre todo a lo que se refiere a la mujer, al género
femenino.
A los defectos que me definen individualmente,
alguien agregaría el que como zapatistas tenemos, a saber, el de no perder
todavía la capacidad de asombrarnos, de maravillarnos.
Como zapatistas a veces nos asomamos a otras
voces que sabemos ajenas, extrañas, y sin embargo, semejantes y propias.
Voces que asombran y maravillan nuestro oído con
su luz”¦ y con su sombra.
Voces, por ejemplo, de mujeres.
Desde el colectivo que nos da rostro y nombre,
paso y camino, nos esforzamos por elegir a dónde dirigir el oído y el corazón.
Así que ahora elegimos oír la voz de las mujeres
que no tienen miedo.
¿Se puede escuchar una luz? Y si así fuera, ¿se
puede escuchar una sombra?
¿Y quién más elige, como nosotras hoy, poner el
oído, y con él el pensamiento y el corazón, para escuchar esas voces?
Elegimos. Elegimos estar aquí, escuchar y
hacernos eco de una injusticia cometida en contra de mujeres.
Elegimos no tener miedo para escuchar a quienes
no tuvieron miedo para hablar.
Y no sólo. Esos malos gobiernos con sus acciones
pretendían cosechar miedo, y ahora resulta que no, que están cosechando
indignación y rabia.
Por los testimonios de esas detenidas sin miedo
que son nuestras compañeras, sabemos que fueron agredidas como mujeres,
violentadas en su cuerpo de mujer.
Y, por lo que sabemos también de su palabra, esa
violencia sobre su cuerpo les provocó placer a los policías.
Seguramente para el gobierno, ellas planearon
tener cuerpo de mujer y, con perversidad extrema, planearon que ése su cuerpo
fuera el botín para las “fuerzas de la legalidad”.
El señor Fox, gobernante federal del “cambio” y
del “Estado de Derecho”, hace unos meses nos aclaró que las mujeres son
“lavadoras de dos patas” (a confesión de partes, relevo de pagos en abonos y
pase usted al departamento de atención al cliente).
Y es que para allá arriba, estas máquinas de
placer y de trabajo que son los cuerpos de las mujeres, incluyen las
instrucciones de ensamblaje que el sistema dominante les asigna.
Si un ser humano nace mujer, a lo largo de su
vida debe recorrer un camino que ha sido construido especialmente para ella.
Ser niña. Ser adolescente. Ser mujer joven. Ser
adulta. Ser madura. Ser anciana.
Y no sólo desde la menarca hasta la menopausia.
El capitalismo ha descubierto que en la infancia y la ancianidad también se
obtienen objetos de trabajo y placer, y para la apropiación y administración de
esos objetos tenemos “Gobers Preciosos” y empresarios pedófilos en todas
partes.
La mujer, dicen allá arriba, debe caminar por la
vida implorando perdón y pidiendo permiso por y para ser mujer.
Y andar un camino lleno de alambre de púas.
Un camino por el que hay que transitar
arrastrándose, con la cabeza y el corazón pegados al suelo.
Y aún así, a pesar de seguir las instrucciones de
ensamblaje, ir recolectando arañazos, heridas, cicatrices, golpes,
amputaciones, muerte.
Y buscar a la responsable de esos dolores en una
misma, porque en el delito de ser mujeres viene incluida la condena.
En las instrucciones de ensamblaje de la
mercancía “Mujer” se explica que el modelo debe tener siempre la cabeza gacha;
que su posición más productiva es de rodillas; que el cerebro es prescindible
y, no pocas veces, su inclusión es contraproducente; que su corazón deber
alimentarse con frivolidades; que su ánimo debe sostenerse en la competencia
contra su mismo género para atraer al comprador, ese cliente siempre
insatisfecho que es el varón; que su ignorancia debe alimentarse para
garantizar un mejor funcionamiento; que el producto tiene la capacidad de
automantenimiento y mejora (y para eso hay una amplia gama de productos, además
de salones y talleres de hojalatería y pintura); que no sólo debe aprender a
reducir su vocabulario al “sí” y el “no”, sino, sobre todo, debe aprender
cuándo debe decir estas palabras.
Y de que, si por algún defecto de fabricación
involuntario o premeditado, alguna levanta la mirada, entonces la implacable
guadaña del Poder le cercena el lugar del pensamiento, y la condena a sólo
andar como si ser mujer fuera algo por lo que hay que pedir disculpas, y para
lo que hay que pedir permiso.
Para cumplir con esta garantía hay gobiernos que
suplen su falta de cerebro con las armas y los sexos de sus policías; y,
además, estos mismos gobiernos tienen manicomios, cárceles y cementerios para
las mujeres “descompuestas” irremediablemente.
Una bala, un tolete, un pene, una reja, un juez,
un gobierno, en fin, un sistema le pone, a la mujer que no pide disculpas ni
permiso, un letrero que reza “Fuera de Servicio. Producto No Reciclable”.
En la casa, el campo, la calle, la escuela, el
trabajo, el transporte, la cultura, el arte, la diversión, la ciencia, el
gobierno; las 24 horas del día y los 365 días del año; desde que nacen hasta
que mueren, las mujeres enfrentan este proceso de ensamblaje.
Pero hay mujeres que lo enfrentan con rebeldía.
Mujeres que en lugar de pedir permiso, imponen su
propia existencia.
Mujeres que en lugar de implorar perdón, exigen
justicia.
Porque las instrucciones de ensamblaje dicen que
la mujer debe ser sumisa y andar de rodillas y sin embargo, algunas mujeres
hacen la travesura de caminar erguidas. Hay mujeres que rompen las
instrucciones de ensamblado y se ponen de pie. Hay mujeres sin miedo.
Mi nombre es Marcos, tengo el defecto individual
de ser hombre, macho, varón; y la virtud colectiva de ser los que somos, las
que somos zapatistas.
Como tal, como tales, confieso que me asombra y
maravilla ver a una mujer levantarse y ver saltar, rotas en pedazos, las
instrucciones de su ensamblaje.
Es tan hermosa una mujer de pie, que da
escalofríos el sólo mirarla.
Salud a estas mujeres, a nuestras compañeras
presas y a las que aquí se congregan.
Salud a su no tener miedo.
Salud a la valentía que nos contagian, a la
convicción que nos transmiten de que si no hacemos nada para cambiar este
sistema somos cómplices de él.
Desde la Otra Ciudad de México."