Caminar es un peligro y respirar es una hazaña en las grandes ciudades del
mundo al revés. Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo:
unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no
duermen por el pánico de perder las cosas que tienen. El mundo al revés nos
entrena para ver al prójimo como una amenaza y no como una promesa, nos reduce
a la soledad y nos consuela con drogas químicas y con amigos cibernéticos.
Estamos condenados a morirnos de hambre, a morirnos de miedo o a morirnos de
aburrimiento, si es que alguna bala perdida no nos abrevia la existencia.
¿Será esta libertad, la libertad de elegir entre esas desdichas amenazadas,
nuestra única libertad posible? El mundo al revés nos enseña a padecer la
realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a
aceptar el futuro en lugar de imaginarlo: así practica el crimen, y así lo
recomienda. En su escuela, escuela del crimen, son obligatorias las clases de
impotencia, amnesia y resignación. Pero está visto que no hay desgracia sin
gracia, ni cara que no tenga su contracara, ni desaliento que no busque su
aliento. Ni tampoco hay escuela que no encuentre su contraescuela.
Eduardo Galeano