A medida que voy avanzando en mi
trabajo de campo sobre la industria de la estética me voy dando cuenta de lo
mucho que apesta este mundo. Un espacio más donde el cuerpo femenino se
convierte en objeto sometido, en mercancía exigible.
La publicidad, las revistas, las pasarelas,
los centros estéticos, los maniquís de las tiendas de moda… nos muestran una
imagen de una mujer icono. Una mujer sin
redondeces, sin estrías, sin manchas “antiestéticas”, sin un solo pelo, sin un
gramo de grasa, sin pliegues, sin piel de naranja… No nos están mostrando un cuerpo, nos imponen un
patrón, una norma. Son cánones
de belleza que funcionan como perfectas herramientas de control social, ya que
sí estas fuera de estereotipo marcado no eres bella. De esta
manera comienza el estigma, se inicia la lucha interna por llegar a
convertirnos en ese cuerpo que nos venden. Así nos sometemos a dietas, a duras sesiones
de depilación, a torturas en las máquinas de los gimnasios y un sinfín de
locuras más que hemos normalizado y no cuestionamos.
Algunxs pensarán que estas actividades no
están de más, ¿Qué problema hay en cuidarse un poquito? A todxs nos gusta
vernos bien ¿Realmente existe alguna
persona capaz de vivir fuera de estos
constreñimientos?, ¿Realmente vivimos esta sarna con gusto?
¿Que ocurre cuando esto se
transforma en una carrera por la conquista del cuerpo ideal?, En algún punto de
esta carrera, entra la industria médico-estética, las nuevas tecnologías, las
operaciones quirúrgicas y así los cuerpos comienzan a convertirse en plastilina. Cuerpos que se pueden modificar a base de bisturí y botox.
Industria que crea mujeres
inseguras por tener un culo más ancho de lo establecido, porque su vientre no
es liso, porque sus pechos no tienen el tamaño “admirable”, y por un sinfín de
características más, que el mercado nos quiere
vender como imperfecciones pero que no son más que realidades.
Nada peor que lo inalcanzable: comienzan
los complejos, las frustraciones, incluso los odios a nuestra propia identidad
a nuestro propio cuerpo.
Esta presión sobre el cuerpo, este control que
nos exige ser siempre bellas, esas normas sociales que nos exigen estar bien
depiladas, bien maquilladas, bien vestidas, bien peinadas, bien “cuidadas”, delgadas,
estilizadas, exuberantes …
TODO ESTO, MUJER,
TAMBIÉN ES VIOLENCIA!
A las gordas que aman su cuerpo y lo exhiben orgullosas, a las valientes que no se depilan, a las que les da igual mostrar sus piernas marcadas por la celulitis, a las que estigmatizan como feas pero se adoran como son, a las que alguna vez tuvieron que soportar motes como: ballena, foca, jirafa, palillo, spaghetti, plana… pero que a pesar de todo viven sin complejos. A todas ellas un gigantesco ¡OLÉ! Tenéis mucho que enseñarnos.
Pau
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