“Donde fuiste feliz alguna vez, no debieras
volver jamás. El tiempo habrá hecho sus
destrozos y habrá levantado un muro fronterizo contra el que la ilusión chocará
estupefacta”. Pocas veces he sido capaz de hacer caso a esta
desbordada prudencia; si alguna vez no volví donde fui feliz, fue por tiempo o por dinero, los dos grandes irreconciliables.
Cuando te marchas de algún lugar siempre lo haces pensando en que volverás,
al menos te reconforta planteártelo de esta manera. Con inseguridad pronuncias
un “hasta pronto” que consuela, aunque derramas lágrimas, pues si bien te
resistes a reconocértelo así, es probable que esa despedida sea la definitiva.
Pasan los días, los meses e incluso los años y la nostalgia sigue ahí, el
recuerdo se va dulcificando, olvidas las veces que viviendo lejos deseaste
volver, olvidas los esfuerzos del principio, olvidas el trabajo costoso de
adaptarte a un lugar extraño, lleno de gente extraña, y en tu mente solo va
sobreviviendo lo bueno. Esos supervivientes se van haciendo cada vez más
fuertes en tu cabeza, incluso comienzas a echar de menos aquellas cosas que
aborrecías en su momento. Aprendes a convivir entonces con las “saudades” y siempre imaginas una
vuelta….
He fantaseado mil veces con el regreso a Guinea-Bissau, a aquella “terra sabi” donde una vez fui tan feliz y ahora
os lo puedo contar:
Abril del 2014, la época seca está azotando con toda su fuerza el suroeste
de Senegal, hace mucho calor, aunque dicen que este año está siendo más suave
que los anteriores, a mí me parece el puro infierno. Llevo
seis meses viviendo en Dindefelo, trabajando para el Instituto Jane Goodall
en un proyecto de conservación del chimpancé en África Occidental. Han sido
seis meses increíbles, he terminado el trabajo que debía realizar y me preparo
para viajar a Guinea-Bissau. Otra despedida, otro “hasta luego”, aquí dejo
muchas cosas… Pero esta vez, el momento de separación está impregnado también de
ilusión, después de tres años vuelvo a Guinea, soy un manojo de nervios. Me
despido de parte del equipo, trato de aguantar las lágrimas, me despido de
Aisha “mi hermana” rompo a llorar. Monto en el coche, con el macuto gigante, apretadísima,
no sé dónde poner mis piernas. Me espera un largo viaje. ¡Hasta siempre
Dindefelo!
Si cogéis un mapa, podréis ver que la distancia que separa Dindefelo de
Bissora no es tanta. Senegal y Guinea-Bissau son países vecinos…. Pero ¡Aaaah!
Viajar por África, nunca, nunca se sabe cuándo llegarás a tu destino. Así que
después de casi una semana ¡Por fin! Llegué a casa…
Amanecía en Bula (a tan solo una hora y media de Bissora) por primera vez
sentía el frio después de mucho tiempo, ya estaba acompañada por un antiguo
amigo. Uri había ido a recogerme la tarde anterior, su familia iba a darme casa
y comida en Bissora. Me dice que son los únicos que saben de mi llegada, va a
ser una sorpresa, como habíamos acordado por teléfono días antes de cruzar la
frontera.
Todo es raro continuo hablando a Uri en francés (idioma que el domina, pues
su padre es de origen senegalés), él se ríe, me mira sorprendido y me dice:
“¡Paula, te has vuelto senegalesa, vamos a hablar criollo, estas en Guinea!”. Aún no soy consciente… Estoy muy nerviosa, doy saltos, abrazo a Uri, me rio,
vuelvo a abrazar a Uri... Quiero llegar ya a Bissora y verlos a todos: Mama
Arminda, L.W, Leopold, Kunadi, la gente de ADPP, Bari… y como no… ¡CAWALE!
Podría contaros mil cosas, de hecho ahora que lo escribo y recuerdo me
vuelven los nervios, pero me iría por las ramas como siempre. Asique voy a lo
concreto a partid de ya. Quiero contaros como fue la visita a Cawale, a su
gente, a su escuela, a nuestra escuela, a vuestra escuela.
He quedado con Idrissa mi vecino, también vienen Neus y Ruben (amigos del
Instituto Jane Goodall, que llegaron ayer a Guinea), enfilamos el camino que
nos lleva a Cawale, la gente que encontramos por el camino, me reconoce, me
miran y me gritan: “¡Has vuelto!, ¡Vuelves a Cawale!”.
Caminamos, charlamos, huele a cajú, los frutos están maduros, en unos días
comenzará la campaña. Yo voy absorta en mis pensamientos, miro al suelo, no
puedo disimular que muero de miedo. ¿Qué me voy a encontrar? ¿Cómo estará la
escuela? ¿Cómo estará la gente?.... Mil dudas, mil preguntas me asaltan durante
los 6 km, que separan Bissora de Cawale. De repente tomamos un camino,
desconocido para mí, Idrissa me avisa que se trata de un atajo. Es curioso….
Estuvimos casi ocho meses andando y desandando la distancia de Bissora a Cawale
y tres años después descubro un nuevo camino.
Antes de lo que esperaba, comencé a ver los primeros techos del pueblo. Creo que voy a explotar, tengo demasiadas emociones y ni siquiera soy capaz de identificarlas, el miedo se mezcla con la alegría.
Antes de lo que esperaba, comencé a ver los primeros techos del pueblo. Creo que voy a explotar, tengo demasiadas emociones y ni siquiera soy capaz de identificarlas, el miedo se mezcla con la alegría.
Saludo a la primera mujer que veo barriendo la casa, temo que no me
reconozcan. Ella enseguida sonríe, me estrecha afablemente la mano, después
se la lleva al corazón, me mira señala la escuela, habla en mandinga, no la
entiendo, sonrío agacho la cabeza en señal de respeto, me llevo la mano al
corazón
Voy acercándome a la explanada de la escuela… Los latidos se aceleran
bruscamente. Y allí esta, menos blanca y
azul que cuando nos despedimos, el tiempo claro que ha hecho de las suyas. Se
ve más sucia, más vieja… ¡Pero eso que importa!
No me puedo creer que este de nuevo allí, viendo esa escuela donde pusimos todos tanta ilusión, tanto trabajo. Brahima el profesor se me acerca, ya nos habíamos visto en Bissora y habíamos acordado vernos de nuevo en Cawale, pero vuelve a emocionarse y me abraza fuerte, se ríe nervioso. Miro alrededor, veo como la gente se va acercando, recuerdo todas las caras, absolutamente todas. Con los niños me cuesta más, en tres años cambian tanto y hay tantos nuevos… Saludos, risas, abrazos. Están todos los hombres allí, sentados en el altillo de la escuela. No veo a las mujeres, están en la huerta. Me preguntan por Alejandro, Lucia, Ivana, me mandan saludos para todos. Escucho un ¡Tam tam! Vuelvo a emocinarme más si cabe, es Malang el tamborilero. Está igual, con su mismo traje de festivo blanco impoluto, su sonrisa, sus ojos brillantes y su gorrito de lana lleno de agujeros. Parece que no haya pasado el tiempo. Necesito bailar, necesito sacar por algún lado todas las sensaciones que me invaden. Comienza a levantarse polvo del suelo mientras los niños saltan al ritmo del tamtam, me uno a ellos.
No me puedo creer que este de nuevo allí, viendo esa escuela donde pusimos todos tanta ilusión, tanto trabajo. Brahima el profesor se me acerca, ya nos habíamos visto en Bissora y habíamos acordado vernos de nuevo en Cawale, pero vuelve a emocionarse y me abraza fuerte, se ríe nervioso. Miro alrededor, veo como la gente se va acercando, recuerdo todas las caras, absolutamente todas. Con los niños me cuesta más, en tres años cambian tanto y hay tantos nuevos… Saludos, risas, abrazos. Están todos los hombres allí, sentados en el altillo de la escuela. No veo a las mujeres, están en la huerta. Me preguntan por Alejandro, Lucia, Ivana, me mandan saludos para todos. Escucho un ¡Tam tam! Vuelvo a emocinarme más si cabe, es Malang el tamborilero. Está igual, con su mismo traje de festivo blanco impoluto, su sonrisa, sus ojos brillantes y su gorrito de lana lleno de agujeros. Parece que no haya pasado el tiempo. Necesito bailar, necesito sacar por algún lado todas las sensaciones que me invaden. Comienza a levantarse polvo del suelo mientras los niños saltan al ritmo del tamtam, me uno a ellos.
Después de la diversión toca reunirse y hablar, hablar de cómo están las
cosas, de dificultades, de logros, de necesidades… Entramos a una de las aulas,
nos sentamos, el comité de gestión, el profesor y yo. No sé qué hacer… Brahima,
me echa un cable y empieza él. Necesito un resumen de lo que han sido estos
tres años, pues a pesar de que hemos mantenido una conexión telefónica esta ha sido
muy precaria, ahora es el momento de evaluar cómo están las cosas. Tal como
ellos lo sienten y como yo lo viví os
quiero pasar la información; pues vosotros y vosotras en su momento, no pasasteis
indiferentes a las necesidades y sueños educativos de un pueblo y quisisteis
colaborar y hoy, después de tres años he de deciros:
Malang, haciendo sonar su tamtam |
La escuela sigue funcionando bien, dan dos clases por la mañana, dos por la
tarde y una por las noches. ¡Sí por las noches! Nosotros dejamos la instalación
para una futura placa solar y esa placa ha llegado. Ahora tienen una de las dos
salas con iluminación para dar clases de alfabetización a las personas más
adultas de Cawale.
Si la escuela continua funcionando es gracias a la comunidad, a su esfuerzo
diario, a su dignidad. Pues la situación política de Guinea, no hace posible un
estado fuerte que pague a los profesores. Durante el primer año hubo un
profesor público, pagado por el gobierno, pero tras varios golpes de Estado,
los funcionarios han dejado de recibir su sueldo y por lo tanto han dejado de
ejercer. Brahima, continua al pie del cañón. Sé que está agotado, pues la
comunidad muchas veces tampoco tiene dinero para pagarle a él, pero también sé
que no va abandonar, es su vida.
Alumnos en clase |
La única mala noticia y en la que me hicieron mucho hincapié e insistencia
fue el pozo… El pozo que también construimos, al cabo de tres meses se derrumbó
pues no tenía suficiente cemento. Ahora esta inutilizable, por lo tanto no han
podido hacer la huerta escolar y se tienen que servir de otros pozos más alejados.
Han construido una letrina para los alumnos en la parte de detrás de la escuela,
y también han puesto placas de aluminio en las ventanas para evitar que entre
agua y se deteriore la construcción con mayor rapidez. Todas las noches se
turnan para que alguien del pueblo duerma en la escuela y así evitar un posible
robo de la placa solar.
Creo que tengo poco que añadir, después de tres años, Cawale continua en la
lucha. Todo un ejemplo de dignidad. Una comunidad que se esfuerza día a día para que sus hijos puedan acceder a
una educación, un pueblo que ha levantado con sus propias manos y sudor una
escuela para que sus hijos puedan aprender a leer y a escribir. Mientras tanto,
gobiernos, individuos, Ong´s, organismos internacionales, países occidentales…
Sigan llamándoles subdesarrollados… Sigan utilizando esos términos despectivos,
sigan creyéndose superiores…. Pero he de deciros que nos dan lecciones de vida.
Que ante la adversidad de un mal gobierno, se autoorganizan, que ante la
precariedad de la pobreza se ayudan y cooperan, que ante la vida luchan.
Mientras tanto aquí, sigamos votando a políticos que nos exprimen la alegría y
nos recortan la vida. Pero se me olvidaba… Nosotros somos los desarrollados,
los civilizados…
Con la gente de Cawale |