martes, 22 de enero de 2013

TAMBIÉN ES VIOLENCIA


A medida que voy avanzando en mi trabajo de campo sobre la industria de la estética me voy dando cuenta de lo mucho que apesta este mundo. Un espacio más donde el cuerpo femenino se convierte en objeto sometido, en mercancía exigible.
 La publicidad, las revistas, las pasarelas, los centros estéticos, los maniquís de las tiendas de moda… nos muestran una imagen de una mujer icono. Una mujer  sin redondeces, sin estrías, sin manchas “antiestéticas”, sin un solo pelo, sin un gramo de grasa, sin pliegues, sin piel de naranja… No nos  están mostrando un cuerpo, nos imponen un patrón, una norma. Son  cánones de belleza que funcionan como perfectas herramientas de control social, ya que sí estas fuera de estereotipo marcado no eres bella.   De esta manera comienza el estigma, se inicia la lucha interna por llegar a convertirnos  en ese cuerpo que nos venden.  Así nos sometemos a dietas, a duras sesiones de depilación, a torturas en las máquinas de los gimnasios y un sinfín de locuras más que hemos normalizado y no cuestionamos.

 Algunxs pensarán que estas actividades no están de más, ¿Qué problema hay en cuidarse un poquito? A todxs nos gusta vernos bien  ¿Realmente existe alguna persona capaz de vivir  fuera de estos constreñimientos?, ¿Realmente vivimos esta sarna con gusto?




¿Que ocurre cuando esto se transforma en una carrera por la conquista del cuerpo ideal?, En algún punto de esta carrera, entra la industria médico-estética, las nuevas tecnologías, las operaciones quirúrgicas y así los cuerpos comienzan a convertirse en plastilina. Cuerpos que se pueden modificar a base de bisturí y botox.
Industria que crea mujeres inseguras por tener un culo más ancho de lo establecido, porque su vientre no es liso, porque sus pechos no tienen el tamaño “admirable”, y por un sinfín de características más, que el mercado nos  quiere vender como imperfecciones pero que no son más que realidades.   
Nada peor que lo inalcanzable: comienzan los complejos, las frustraciones, incluso los odios a nuestra propia identidad a nuestro propio cuerpo.
 Esta presión sobre el cuerpo, este control que nos exige ser siempre bellas, esas normas sociales que nos exigen estar bien depiladas, bien maquilladas, bien vestidas, bien peinadas, bien “cuidadas”, delgadas, estilizadas, exuberantes …  
                                  
                                TODO ESTO, MUJER, TAMBIÉN ES VIOLENCIA!

A las gordas que aman su cuerpo y lo exhiben orgullosas, a las valientes que no se depilan, a las que les da igual mostrar sus  piernas marcadas por la celulitis, a las que  estigmatizan como feas pero se adoran como son, a las que alguna vez tuvieron que soportar motes como: ballena, foca, jirafa, palillo, spaghetti, plana… pero que a pesar de todo viven sin complejos. A todas ellas un gigantesco ¡OLÉ! Tenéis mucho que enseñarnos.


Pau