jueves, 17 de febrero de 2011

Viaje 4ºparte: Banjul-Zinguinchor




Puerto de Banjul

Aquí  llega la última etapa del viaje y también la más breve.
Despertamos temprano empaquetamos macutos y nos dirigimos  en compañia de Mattar a la Highway (así llaman a las carreteras principales en Gambia).Después de esperar más de 40 minutos al toca-toca (autobús) y ver que tardaba demasiado, decidimos coger un taxi que nos llevó hasta la parada central donde nos despedimos de nuestro amigo gambiano, que tan bien nos había acogido y tratado.  En unos 10 minutos ya estábamos montados en un 7plazas  que nos dejo en una tabanca no muy alejada de la zona. Al llegar allí tuvimos que cambiar de coche, nos montamos  en una furgoneta 24 personas bien apretaditas y pasamos  unas 5 horas de viaje hasta llegar de nuevo a Zinguinchor. Esta vez estaba tan cansada que no me importaba ni lo más mínimo las condiciones de la furgo ni el número de personas que viajábamos en ella. Dormí como un tronco la mayoría del trayecto. Este es el tramo donde se concentra el conflicto por la independencia de Cassamance. Por el camino entre cabezada y cabezada observé impresionada y algo asustada la cantidad de militares escondidos entre el follaje de la selva. Cada 500m encontrábamos alguna trinchera entre los matos. A parte de la presencia militar la carretera estaba llena de troncos, ruedas de camión y más trastos  en forma de obstáculos para dificultar la huida de los rebeldes. Asique e viaje hasta llegar a Zinguinchor fue en forma de S, para poder sortear las barricadas.
Las fronteras entre Gambia y Senegal se hacen a pie ya que los coches de uno y otro país no las pueden cruzar debido a las malas relaciones entre ambos. Se dice que Gambia acoge a los rebeldes.
Al llegar a nuestro destino, volvimos a casa de Aisha, donde encontramos a Uri hecho un autentico trapito. Acababa de llegar de Dakar. Había viajado durante 25horas sin paradas en una furgoneta con 18 personas más y unas cuantas gallinas. Asique decidimos que lo mejor que podíamos hacer era dormir. A las 8 de la tarde ya estábamos todos en la camita dispuestos a curarnos de todo el cansancio.  El viaje había llegado a su recta final, al día siguiente nos esperaba la última etapa para llegar a nuestra querida Guinea-Bissau.

PAULA MUÑOZ ANTÓN

domingo, 6 de febrero de 2011

Viaje 3ª parte: Dakar-Banjul

Finalmente optamos por la aventura, ya habían pasado un par de días y todo andaría calmado después del altercado.
Madrugamos un poquito para despedirnos de Mamadú y Hadí, también de René y Uri que decidieron quedarse en Senegal.
Cogimos un coche que nos llevaría directamente al nuevo destino: The Gambia. El trayecto dio para hablar mucho con los otros viajeros con los que compartíamos coche, especialmente con Binta, una gambiana de 20 años y Fatu, una señora muy grande con mucho caracter y desparpajo. Fatu nos ofreció su casa como hostal, tres personas por noche y comida incluida 8.000 xfca (11€). Nos pareció genial y decidimos ir con ella, tampoco sabíamos muy bien donde íbamos a dormir al llegar. En la frontera nos libramos de pagar gracias a Fatu, normalmente piden un mínimo de 10.000 xcfa, además tuvimos la suerte de ser sellados con un visado de 28 días. Cogimos un barco que nos cruzaba el río hasta llegar a la capital, Banjul (unos 20 minutos de trayecto) una vez allí, la policía nos paró, para registrarnos minuciosamente e intentar sacarnos algo de dinero, pero no consiguieron nada, una vez mas gracias a Fatu. Cogimos un taxi hasta la casa de esta mujer, allí Binta se despidió de nosotros diciéndonos que la llamáramos si algo no nos gustaba.
La casa estaba más lejos de lo que nos imaginábamos, de echo estaba en otra ciudad. Durante el trayeto pude observar la enorme presencia policial existente en este país, lo cual me dejó impresionada, me produjo una mezcla entre miedo y respeto.
Llegamos a Ido Tawn, un lugar muy alejado y sin electricidad, algo que en Guinea es común, pero que en Gambia te sorprende. Entremos en casa y nos acomodamos en la habitación, es aquí cuando Fatu nos mostró su otra cara: la Reina de Corazones de Alicia en el País de las Maravillas. Trató de timarnos, engañándonos con el precio, en el coche habíamos acordado 8.000 xcfa, ella ahora nos decía que eran 8.000 Dálasis (moneda de Gambia), unos 260 euros. Nos quedamos a cuadros, era un precio imposible, nos levantamos dispuestos a marcharnos, aunque no sabíamos donde, entonces ella aflojó, dándose cuenta que no nos iba a sacar mucho dinero. Llegamos a un acuerdo, aunque nos subió tres euros más el precio inicial, no teníamos ninguna opción.
Después de sentirnos timados, la estancia en aquella casa y con esa mujer dejó de ser tan idílica. Fatu comenzó a producirnos un profundo rechazo, además de que era incómodo verla paseándose en bolas por toda la casa, mostrando su enorme cuerpo sin ningún pudor. En cambio, la familia parecía algo mas sencilla. El hijo, un colgao que de unos veintipocos que había sobrevivido en Londres vendiendo Marihuana, y el marido, un señor muy callado y poquita cosa al lado del caracter de su señora.
Al día siguiente despertamos plagados de picaduras de mosquitos, no conseguimos dormir. Panto contó al rededor de 120 picaduras en su cuerpo, raro será que nos libremos de la Malaria. Llamamos a Binta, la chica que conocimos en el viaje, para pasar el día con ella. Nos presentó a Mátar, su hermano, que trabajaba en el mercado de Serakunda (otra ciudad). Cerró la tienda para acompañarnos en el paseo. Nos llevaron hasta Kachicali, donde pudimos cocodrilos. Me impactó muchísimo verles tan de cerca, tan cerca que incluso los toqué.
Con los cocodrilos de Kachicali (The Gambia)

En un solo día habíamos estado en tres ciudades diferentes, debido al diminuto tamaño del país. Matar y Binta eran encantadores, sin conocernos de nada nos trataban con una cercanía impresionante. Nos ofrecieron ir a su casa para vivir el resto de los días totalmente gratis. Aceptamos la propuesta, ambos eran muy amables, nos inspiraban mucha confianza y queríamos huir del castillo de la Reina de Corazones.
Nos desplazamos hasta nuestra nueva residencia en Gambia, allí estaban: la madre de Binta y Mátar, cuatro hermanos e Ismael, el hijo de Binta. Nada mas entrar en la casa sentimos la gran hospitalidad.
Esta misma noche, 31 de diciembre, nos acompañaron a buscar unas uvas por todo Gambia, al final las conseguimos acompañadas de una botella de anís. El tiempo se nos echó encima y nos tuvimos que comer las uvas en un taxi, cantando nosotros mismos las campanadas, sin saber la hora, los minutos ni los segundos al compás libre.
Celebramos la nochevieja en una zona llamada Senegambia, sinceramente el sitio no era de mi agrado. Gambia es un país muy turístico y aquel lugar parecía Benidorm. Pero lo pasamos muy bien junto a nuestros nuevos amigos. Cada vez nos sentíamos mas a gusto con ellos.
El día de año nuevo compramos ocho peces frescos por el módico precio de 60 céntimos y nos fuimos juntos con Mátar a la playa de Bambú.
Nunca olvidaré esta playa, es la típica imagen de una postal paradisiaca, rodeada de selva. Allí pasamos el día y la resaca. Asamos los peces en una barbacoa, acompañados de unas cerves y volvimos a casa con unos chocolates para lo niños. Allí nos esperaba toda la familia, tomamos té y nos fuimos a dormir porque andábamos reventados de todo el día. Mátar, una vez más, nos mostró su generosidad, durmió en el sofá para cedernos su cama.
Así acaba nuestra estancia en Gambia. A la mañana siguiente nos despedimos de la encantadora familia, que nos lo había dado todo si esperar nada a cambio, prometiendo volver a vernos.
Ahora nos esperaba la vuelta de nuevo a Ziguintchor, donde nos encontraríamos con Uri para volvernos juntos hasta Bissorã.
Puesta de Sol en la playa de Bambú

PAULA MUÑOZ ANTÓN

martes, 1 de febrero de 2011

Viaje 2ª parte: Zinguintchor-Dakar.




A las 15.00h de la tarde cogemos el barco que nos llevaría hasta Dakar. No llegaremos a la capital de Senegal hasta las 7:00 de la mañana; nos esperan 16 horas de viaje por el Atlántico.
No tenemos camarote, puesto que la diferencia de precio entre tener cama y no tenerla es bastante grande, asique optamos por la opción barata. Eso sí, el barco es bastante grande y moderno, nada que ver con el transporte con el que nos habíamos estado moviendo hasta el momento. 

En el Touba


Hasta el anochecer estuvimos en la cubierta disfrutando de una increíble puesta de Sol. Cenamos un bocata y nos dispusimos a dormir, cosa que no fue nada fácil. Después de unas cuantas horas tratando de buscar una postura cómoda que me permitiera conciliar el sueño, entre el movimiento del barco, el bullicio de la gente, los llantos de los niños y las dificultades de dormir en una silla, decidí salir al pasillo y tirarme en el suelo, donde cada dos por tres los musulmanes distraían mi sueño realizando sus rituales de rezo.
A las 5 de la mañana ya estaba despierta y con la espalda molida, en 2 horas más llegaríamos al puerto de Dakar. La imagen de la ciudad desde el barco me impresionó, edificios altos y mucha iluminación.
Cogimos un taxi que nos llevó hasta la casa de Hadi el hermano de Uri. Es una habitación humilde al lado de una cuadra de carneros, el baño esta fuera, un cuartucho sin luz y con un agujero en el suelo. Una vez más el francés me dificulta la comunicación, aunque esta vez puedo hablar con Mamadú, un tío de Uri profesor de lengua portuguesa en Cassamance que está en Dakar pasando las Navidades con la familia. La casa está al lado de la playa, que es increíblemente grande, km y km de arena, eso sí, ni gente bañándose, ni sombrillas, ni chiringuitos, ni personas torrándose al sol… sólo de vez en cuando un grupo de chavales haciendo deporte y algún hombre lavando a los carneros en el agua del mar.
Ese mismo día junto al tío de Uri, vamos a patear la ciudad. Como andamos muy alejados de la zona céntrica tenemos que coger un Touba (un pequeño autobús muy colorido en el que como siempre se montan el doble de las personas que se debería) Touba también se le llama a un café con especias que venden por todos los rincones y Touba también se nos llama a nosotros, los blancos.

El trayecto es larguísimo, pero se me hace ameno, no paro de mirar por la ventana. Dakar me impresiona, me sorprende su tamaño inabarcable y ese toque de modernidad que hasta ahora no había visto en África. El tráfico es una locura, en muchos momentos temí por mi vida, y los atascos son insoportables, pero la gente no se desespera, ni grita, ni pita, simplemente espera con paciencia. Puedo notar el calor asfixiante mucho más seco que el de Guinea, la vegetación selvática ha desaparecido por completo, es como una ciudad dentro de un reloj de arena. Después de las dos horas en aquella lata de sardinas con ruedas y bañada en una sopa de sudor, llegamos al centro. Necesitamos agua y mear, Luci y yo nos disponemos a ir a un baño en una gasolinera, y es aquí cuando empezamos a tener la sensación de que Mamadú va a ser una presencia un tanto incómoda en el viaje. No nos dejó ir solas al baño, tampoco a comprar agua, todo lo hacía por nosotros de forma servicial, pero hasta el punto de sentirnos anulados, especialmente con Luci y conmigo, debido a la gran carga machista de su educación. El quería ser nuestro guía y protector, nosotros queríamos pasear a nuestras anchas por Dakar. Cada vez que nos parábamos con algún vendedor callejero se desesperaba, cada vez que alguno de nosotros quedaba atrasado del grupo charlando con cualquiera, comenzaba a llamarnos sin paciencia. Esta situación era realmente tensa y los choques culturales se agrandaban cada vez más.

Por la noche fuimos a un concierto en el monumento del Renacimiento Africano. Una escultura descomunal, ostentosa y hortera que había costado un dineral y que tiene bastante cabreado al pueblo senegalés. En el concierto nos encontramos con Pedro, un amigo español que esta de voluntario en Canchungo una ciudad a una hora y media de Bissorã. Disfrutamos de dos conciertazos, uno de música tradicional de Guinea-Conakry y otro de una banda de jazz. La pena fue que nos pudimos quedarnos hasta el final, porque Mamadú estaba harto, en parte de nosotros, en parte de la música, porque según él, su educación en la escuela coránica no le permite ni cantar, ni bailar. Terrible represión que ha hecho de este hombre una persona con un carácter un tanto difícil. Debemos ceder y volver a casa, puesto que somos invitados y estamos agradecidos por su acogimiento, pero comenzamos a plantearnos buscar otro alojamiento para tener libertad.
Al día siguiente, seguimos de turisteo, vamos a visitar una isla a 30 minutos de Dakar llamada Gorée.

Gorée es patrimonio de la humanidad, tiene un gran simbolismo para los africanos, puesto que era allí donde se llevaban todos los esclavos del continente para luego partir con ellos hacía América. La llamaban la puerta sin retorno. Ahora está llena de rastafaris y artistas que le dan un encanto especial. Allí conocimos a Juliano, un rasta muy personaje que había vivido en Pinto, dónde tiene una asociación de arte, llamada “Pintando el corazón de Gorée”.
Es en la isla donde saltaron las chispas con Mamadú. Le explicamos a Uri lo que sentíamos, el nos comprendió diciendo que en la familia le llamaban el complicado. Le dijimos que agradecíamos lo que su tío hacia a su manera por nosotros, pero que a partir de ahora preferíamos continuar el viaje solos. Es ahora cuando pensamos en la opción de adelantar la vuelta a Guinea-Bissau, bajando en coche desde Dakar y parando en Gambia.
Estábamos algo indecisos, esa misma mañana habíamos leído en el periódico, que la situación estaba revuelta por la guerrilla de Cassamance. La frontera entre Senegal y Gambia, se acababa de abrir después de 24 horas cerrada por un tiroteo entre los rebeldes independentistas y los militares. Además nos habían advertido que el viaje era muy cansado y que la policía de Gambia abusa especialmente de su autoridad con los blancos, pidiendo dinero y objetos personales para poder cruzar la frontera. Decidimos pasar un día más en Dakar por el momento.
La última noche fuimos a otro concierto, dentro del programa del festival de las artes negras, la sorpresa fue ver que el artista de esa noche era Tiken Jah Fakoly. Cosa que averiguamos en el mismo día, debido a que el programa se elaboraba pero nunca se cumplía, aunque nos quedamos con la pena de no ver a Salif Keita, concierto que estaba anunciado. Fue un completo caos. Una multitud de gente que se desesperaba y empujaba sin parar en medio de una calle sin cortar por donde pasaban motos abriéndose camino entre los miles de personas allí reunidas. Entonces nos encontramos a Juliano el rasta de la isla y a Pedro el de Cachungo, una vez más el mundo es un pañuelo. Así termina nuestra historia en Dakar.

PAULA MUÑOZ ANTÓN